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La curación de la corazón

20 de marzo 2017

No me doy cuenta de lo que pasará este día del 20 de mayo 2013. No me doy cuenta de que se registrará una destrucción de una entera ciudad, de una comunidad, de una entera vida. Soy una adolescente de 15 años, viviendo un día típico: madrugarme, prepararme y estudiar al mi colegio. Como parte de la rutina, veo la previsión metereológica; según ella, el tiempo será muy húmedo con las probabilidades de unas “tormentas”, pero podrían convertirse en algo más grave. Hasta entonces, nos dice que estemos al corriente para enterarnos más.

 

Mientras conduzco, investigo el cielo vacío de las nubes con un tinto amarillo. La jodido humedad, pienso. Dentro de 15 minutos llego al colegio; esta semana es la última semana, la semana de exámenes—por fin! Lo único que deseo es que el día termine cuanto antes.

 

Como avanza el día, habían reportajes que la tormenta seguirá creciendo; es por eso que algunos padres toman la iniciativa de recoger a sus hijos tempranamente—el primer indicio de que algo destructiva nos acerca. A las dos, mi movíl timbra por un texto de mi madre; la tormenta se está convirtiendo en un tornado. Ella está trabajando en su escuela secundaria; ella y las estudiantes están en el sótano del edificio. Al mismo tiempo al leerlo, el interfono enciende y resuena la voz de mi principal; nos obliga que todos nosotros nos reunamos al sótano.

 

La multitud apreta dentro el pasillo tan estrecho. Para ser franca, el “sótano” de nuestro colegio es realmente el “primer” piso… No estamos baja tierra; es decir, no nos sirve para nada — y para qué? Estoy sentada entre mis amigas. Mientras tanto, se sucede una granizada, martillando el edificio, cada golpeo hace eco por todas partes. Me pongo nerviosa. Mi madre me notifica que vuela un tornado en Moore… y que está haciendo un montón de daño en la región. Desde entonces, me manda las actualizaciones. El primer texto: las personas están corriendo por las carreteras en coche, luchando para sobrevivir. Un otro: No vamos a ir por ninguna parte. Lo más espantoso: el monstruo se trepa hacia mi barrio. No, no, no, pienso. Que ni te atreves tocar a mis animales ni mis objetos más adorados. Mi corazón convulsiona en las lates incontrables. Me quedo agitada, encerrada en el maldito pasillo de mi colegio sin saber mucho por las próximas 2 horas de agonía…

 

Ya ha pasado una semana desde la locura. Es una semana de tristeza, de pérdida. Hay una oleada de reportajes contando las figuras; entre los atentados del tornado en Moore, habían 51 fallecidos evidemente. Según el Huffington Post, este tornado es “lo más mortífero en los Estados Unidos”. La ciudad de Moore ya es desconocible. Por todas partes quedan los escombros de la obliteración: los hogares enterrados en la tierra, todos los carteles indicadores desaparecidos— nadie sabe en dónde está. Pobre las familias. Pobre las personas que anhelaban las vacaciones del verano, pero ahora tienen otros planes. Con la tira de suerte que traía, mi hogar fue perdonado…

 

Dentro de las pocas próximas semanas, la recuperación es la mayor lucha que todos nosotros nos enfrentamos. Aunque hay alguna gente que no era afectada por la destrucción, era afectada por empatía. La comunidad de las otras ciudades de Oklahoma se reúnen para ayudar a los damnificados a encontrar sus perteneces y donar algunos de suyas. Uno de los grandes eventos era un concierto llamado Healing of the Heartland, dirigido por el cantante Blake Shelton—un nativo de Oklahoma. Él y unos otros cantantes de country logran recaudar más que 6 millones de donaciones. El nombre Healing of the Heartland lleva mucho valor en él, que simboliza lo que se están sometiendo los habitantes del estado. Oklahoma tiene una corazón para su gente; cuando algo pasa al uno, afectará a los otros. Quizás Oklahoma no sea lo más estético ni célebre en comparación de los otros estados, pero lo que destaca es su comunidad.

 

Actualmente estoy en el año 2017, y aún tengo miedo durante los meses de Mayo a Junio. Moore ya es mejor de lo que era. Hemos aprendido seguir adelante, pero a la vez nuestras manos se quedan envueltas con otras.

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